Mandalay despierta de un sueño y aún frío sobre las sábanas revueltas de su cama piensa, en los libros románticos los amantes después de décadas de estar separados lo saben, saben que su otro ser ya no está, cómo si pudieran sentir el vacío que por fin se asentó, el final definitivo de una historia intermitente, inconclusa, ¿Sabré yo el día que mueras?. Se lo pregunta mientras se calza sus pantunflas y mira la ventana vacía del edificio de al lado, las blancas cortinas se batian sobre una sala sola, siempre que veía por su ventana obtenía la misma imagen.
30 años después entre el calor del verano y los primeros rayos de un nuevo sol, Mandalay se despierta de manera intespestiva, ansioso se sienta sobre el borde de la cama, intenta recordar sobre que iba su sueño, pero cuando siente que lo tiene en la punta de los dedos, se esfuma, dejando una sensación de vacío y duda, ¿Que me ha despertado?. Mira por la ventana y observa los juguetes de sus nietos regados por el jardín, los colores reflejan el sol y las nubes, debe ser día de cuidado, otra vez, se pone su bata y baja acompañado por las primeras risas y boztesos del día, la duda en su mente se disipa como un sueño que ya jamás tendrá.