En una tarde fría con un sol gris, que avergonzado iluminaba los pasillos del sanatorio mental, una madre yacía junto al portal del pabellón de mujeres, del otro lado de la gruesa mica que las separaba, usando ropa prestada, estaba su hija. El horario de visitas había pasado hace mucho, aun así, la madre se encontraba susurrándole al portal, esperando que éste le transmitiera el mensaje a la pobre alma enferma.
Arrugando su vestido, con sus ojos enmarcados en agua preguntó:
- ¿Aún escuchas las voces?
Sus ojos fijos, rodeados por los rayones y rasguños de la mica, descubrieron la verdad.
- Poquito menos mamá.
Una digna entrevista, compuesta por una sola pregunta.