Estabamos ambos bajo los susurros de la noche, de frente apenas podia verme.
Aunque lo intentaba no podia esconder mis facciones entre las sabanas, sentia como sus dedos intentaban contener con delicadeza las lagrimas que se congelaban en mis mejillas.
-todo va a estar bien- sonaba entre el frio y las cobijas, -ya no llores somos un equipo-, pero el dolor en mi pecho no dejaba de arder, y temía que nunca se fuera, aún no me perdonaba todo el dolor que le habia causado.
Entre sollozos me encontro el sueño, y despues la sombra de un nuevo día.
