lunes, 7 de octubre de 2024

Silvestre

 

Y dejo de moverse, poco a poco perdió el control de su cuerpo, despacio su plumaje se inclinó, se tumbó sobre su lado derecho y sin contar con uno o dos espasmos de sus patas quedó inmóvil, sin querer decirlo lo sabíamos, vi en la mano de mi esposa la intención de erguirlo, de ayudarlo a pararse nuevamente, cierta negación había en esos dedos que se aproximaban a estimular al pequeño gorrión, tal vez si lo enderezaba este volvería a saltar, a revolotear como lo había hecho en días previos, llenando nuestro hogar con cantos de alegría y jubilo, pero con un ademan le hice entender que no tenía caso, el pequeño gorrión ya había trascendido por el ineludible camino por el que todos los organismos vivos habríamos de transitar, así, en cuestión de segundos mi mano había pasado de albergar calor y soporte a un pequeño animal débil, a cargar con un ínfimo recipiente inanimado, la esperanza se deslizó del párvulo cadáver y se escurrió entre las rejillas de mis dedos, alrededor de nosotros aún resonaban mis promesas despreocupadas, durante las horas de cuidado le describí a mi esposa la fortaleza de los animales silvestres y la larga vida que tendría después haber pasado por ese breve impasse, con el gato doméstico de sus padres, pero al cargar con mi mano el liviano contenedor de vida, vacío, todo aquello se había degenerado en mentiras.

Hicimos de ataúd una pequeña caja de cartón y lo enterramos en una angosta franja del jardín trasero, mi esposa desanimada escuchaba las últimas palabras que se le dieron a aquel animal silvestre, le expresé la suerte que tenía, así como yo, de haberse encontrado con una de las pocas personas que habrían cuidado y albergado a un bravío animal pequeño, sus últimas horas en el yermo las pasó sintiendo la calidez y las atenciones de alguien que derramó lágrimas al ver como la pequeña caja de un foco se perdía entre las frías capas de tierra del parterre.

So long pequeño birdie, expresa en el inframundo nuestras atenciones y consíguenos un trato indulgente cuando tengamos que hacerle frente a nuestro destino.

martes, 30 de abril de 2024

más vecinos mataron a mi amiga

La mataron, mis vecinos mataron a mi amiga, la marabunta se juntó fuera de su casa, allí donde nos despedíamos después del café vespertino, tras una breve espera irrumpieron dentro y junto a sus hijos la arrastraron por la piedra caliza, entre la tierra y el polvo la gente enredaba su cabello, esos mechones qué alguna vez le ayude a peinar, ahora yacían desprendidos en la calle, solo pararon cuando dejó de moverse, cuando dejó de gritar, su voz se fundió con el arrebato de la masa y se volvió en un alarido qué retumbaba en los golpes secos qué recibía su carne inerte, mi amiga, la que me aconsejaba frente a mis problemas de pareja, la que hacía el mercado conmigo, con la que reí y lloré, ahora se había convertido en un macizo de tejido orgánico,  deformado por la ira incontenible del dolor en masa, allí yacía mi amiga, la mujer que un día antes secuestró y mató a mi hija, a mi único bebé. ¿Es esto justicia?.

viernes, 16 de febrero de 2024

cita a la una treinta de la tarde

Allí estábamos, ambos fingiendo, yo simulaba ser un psiquiatra experimentado que debía hacer una evaluación psiquiátrica, y él simulaba ser un preso, un policía que habían inculpado injustamente por un robo, era irrisorio y ambos lo sabíamos, pero teníamos que llevar a cabo la farsa, hablar por una hora o dos mientras contestaba fingidamente las preguntas falsas de un psiquiatra simulado, ¿que nos hacía diferentes?, las decisiones que tomamos casualmente nos pusieron a los dos en una misma habitación, pequeña, sofocada y gris. Aunque ambos saldríamos por la misma puerta, él doblaría en el pasillo hacia la izquierda, donde lo esposarían antes de llevarlo a su celda, yo giraría a la derecha y me subiría a mi auto, ¿éramos distintos?, después de la primera hora parecíamos iguales, mi quirúrgico holgado de color negro era de una tela distinta a su uniforme combinado gris, ambos llevábamos tenis blancos,  nacimos en el mismo año, de fe catolica, estábamos casados, ¿y si hubiéramos entrado en distinto orden a la habitación, él habría sido el psiquiatra falso, y yo el reo simulado?,  ¿que tal si se hubiera sentado en mi silla y yo en la de él, habría sido diferente?, tal vez él hubiera empezado a hacer las preguntas, y yo fatulamente las hubiera tenido que versar, ambos sabíamos del engaño en el que nos habíamos enredado, entre cada cuestionamiento nos aguantábamos la risa, con cada frase nos arriesgábamos a ser descubiertos, pero la pregunta seria ¿por quien?, ya nos habíamos engañados a nosotros mismos, ¿quien podría descubrirnos?.