miércoles, 2 de septiembre de 2020

Respira hondo

Solo tienes que inspirar profundamente, sentir como tus pulmones se inflan y levantan tus costillas, hasta el punto que están llenos, retén la respiración, siente el calambre en tus músculos intercostales, y mira con atención cada detalle, cada luz y su reflejo, la paleta de colores que bañan el día o la noche, siente las texturas con tus pies y la punta de tus dedos, siente las telas, la arena, el pasto, el agua, el suelo, recuerda el aroma que volaba en el aire, su perfume que congestiona tus pulmones, escucha los cantos a tu alrededor, el ruido de la vida, de los motores, de las olas, las aves, la música e imprimelo dentro del aire que estás inspirando, internalizalo en tu pecho, suspendelo en un momento sin respiración, retenlo y cada vez que inhales de la misma manera estarás de nuevo allí, en ese momento, rodeado por las luces, los colores, las texturas, el aroma y la música que viviste. Serán instantes pero volverás al momento que guardaste. Al momento que sientes de nuevo tus pulmones llenos, regresara a tí su aliento, su cintura, sus ojos, su voz,  y con ella, una parte de ti.

lunes, 20 de julio de 2020

Exámen de Neuro

Me reclino sobre un libro de páginas amarillas, al pasar las páginas su olor a otoño viaja por la habitación, fuera las frías gotas de lluvia se impactan contra mi ventana y en el fresco de mi espalda te recuerdo, mi piel pálida y triste siente como apoyas tus manos y tu cuerpo mientras compartimos una silla de comedor, ese verano fue caluroso, las gotas de sal bajaban por mis homoplatos hasta ti, y tu sumergidas tus palmas y dedos dentro de mi piel, ahora cada vez que leo inclinado sobre un comedor solitario mi espalda entre las lágrimas que bajan del cielo llora de frío. 

domingo, 19 de abril de 2020

vox veritas

Es difícil estar aquí observando el reflejo de la vida sobre un rio muerto, cómo los arboles te juzgan con la brisa de la mañana, es difícil esconderse de tus temores en el bosque; Ayer murió otro y el día anterior a ese otro más, estoy en un bosque que se nutre de la droga y la sangre, -juro por apolo y panacea- 
La primera vez que llego un paciente a media noche fue difícil no temblar al escuchar sus gritos a través de la puerta, porque no era una persona la que tocaba el umbral de mi morada, era la misma obscuridad que asechaba mi mente, -pongo de testigos a todos los dioses- 
Rogó por piedad para que salvara su vida, pero no pude hacer que los demonios me soltaran, me encontraba ahogado en el miedo cubierto de sudor, es un sentimiento extraño. 
Las palabras del paciente se convertían en gruñidos y el metal de la puerta sollozaba junto con migo, cada golpe oscurecía aún más la casa, la volvía mas histérica, las sombras se acurrucaban junto a mí, me susurraban al oído, decían que era mi hora de morir,- Dr., ¿Qué está esperando?, ¿no quiere saber qué hay del otro lado de la puerta?, no quiere toparse con él?, lo estamos esperando, - 
-Me obligo a cumplir fielmente según mi leal saber y entender- 
La primera vez que escuche su nombre estaba en el anfiteatro con mis demás compañeros, aquellos eran días claros, cromados 
-David! 
Me levante nervioso, mi futuro dependía de la localidad que escogería aquel día 
- Catipoato- 
Y desde ese momento había quedado confinado a este lugar. 
Al principio conocerlo fue fácil, extrañaba a las personas que había dejado atrás, mi miedo alimentaba mis ansias de volver con mi familia, cada paciente que veía lo ligaba a algún recuerdo de mi propio Valhalla,  
Cuando llegaba la Sra. Blansisfortis con su cabello plateado y su complexión robusta me recordaba a mi madre, como su cara se forzaba para lanzar una sonrisa fingida, y mientras buscaba algún medicamento para calmar sus males, volaba entre las nubosidades de los recuerdos viajando al pasado desde una farmacia,  la última vez que me recordó a mi madre había llevado a su hija a consulta, tenía 2 días desaparecida y llego con ella a mi puerta. 
La señora se veía nerviosa, sin la necesidad común que se tiene durante la consulta para largarse lo más rápido posible, su hija temblorosa combinaba con el aura de ansiedad de la clínica, note después de un momento de silencio que todo estaba muy callado, la Sra. se limitaba a ver sus manos intranquilas, y la niña parecía estar a punto de romperse a llorar cuando su madre se inclinó hacia mí, con sus grandes ojos se orientó hacia mi oído y escuche susurros de una boca que no se movía, -he encontrado a mi hija en lo más profundo del bosque, donde las luz no ilumina la realidad, donde él se esconde- 
Me aleje abruptamente de ella, y la encontré aun nerviosa viendo sus manos temblorosas, los rayos de luz que entraban por la ventana, no iluminaban su cara, que se oscurecía mientras más levantaba la mirada, - quiero que la revise doctor temo por ella-, la coloque en posición ginecológica y la enfermera apunto la luz hacia su periné, la madre no me había dado ningún detalle, solo quería que la revisara, al separar sus piernas presentaba mordidas secas en la cara interior de ambas piernas así como en vulva, era como si los dientes estuvieran hechos por miles de agujas, sin ninguna característica humana, formaban semicírculos u óvalos en diferentes direcciones, algunas incisiones aun sangraban levemente, me horrorice al verlos, quise explicarle a la madre, pero ela lo entendió todo con mi mirada desconcertada, el cromo de la mesa sobre la que revisábamos a su hija se había llenado de caminos rojizos delgados, y goteaban a mi inerte pantalón blanco, estaba estupefacto cuando la escuche: 
-¿cree que la haya embarazado  Dr.? 
Y mi mente dio un revuelo en sí misma, -tributare a mi maestro de medicina el mismo respeto que los autores de mis días- 
Había conseguido un perro que se llamaba Triage, más bien yo lo llame así, solo lo dejaba enfrente de la casa en esas obscuras noches de Agosto y espantaba a los merodeadores. Siempre que la gente habla sobre la sierra hablan de los sicarios, los escuadrones de la muerte, los convoys, pero no era nada como eso, una noche se oyeron los truenos de un rifle, y Triage salió disparado por la noche, espere varios meses pero jamás regreso, había corrido con dirección al bosque, al bosque que el comandante de la policía el “Banda”  me había dicho que no entrara de noche, mucho menos de día –De día tu puedes verlos a ellos, tal vez no te guste lo que veas-, le decían Banda porque era la manera en la que él se refería a todos los demás como un sustantivo multipropósito, en una ocasión, me había contado una anécdota, -imagínate banda  iba en un traslado con civiles desarmado, y a plena luz del día un chico está parado a media carretera justo después de una curva, me frene como pude y me apunto con un rifle a través del parabrisas, levante las manos y cuando soltó el gatillo para indicarme donde me aparcara, Salí pitado de reversa, mi cuerpo se llenó de adrenalina cuando se hincó sobre su rodilla para obtener más estabilidad con el arma- siempre contaba historias así después de una unidad estándar de alcohol. Soñaba con las mordidas de aquella niña, ¿que se lo habrá causado?, cada vez que me hacia esa pregunta llegaban alaridos a mi mente, un sonido emitido por cuerdas vocales que no le pertenecían a un humano ni a ninguna cosa viva, soñaba buscando a Triage en el bosque pero la última noche fue diferente, desperté en mi casa de Chihuahua me levante pero mi cuerpo no estaba conmigo, todas las sombras se proyectaban mas allá de su forma física, las paredes y los objetos emitían ruidos perceptibles a simple vista, me encontraba totalmente a obscuras, pero escuchaba unos cascos contra el suelo de la habitación, como si algo se acercara a mí, trate de prender la luz de la habitación pero mis dedos no tocaban el interruptor, los cascos se habían detenido, la luz de la luna se infiltraba entre las cortinas e iluminaba a mis padres, inmersos en un sueño aplacible, solo notaba sus torsos, con movimientos respiratorios, como un vaivén vivo plateado  que brillaba en la noche,  de pronto se levantaron sobresaltados, y empezaron a gritar, eran gritos ensordecedores, gritos que nunca había escuchado a mi padre emitir, eran gritos histéricos, las paredes gritaban junto con ellos, desgarrándoles la garganta, trate de calmarlos pero no podía ver sus caras, y de pronto lo vi, inclinado ante  los pies de la cama de mis padres, sin expresión alguna se acercaba lentamente a ellos mientras sus alaridos aumentaban, desperté como de tantas pesadillas confundido, pero parecía tan real, esa misma tarde me topé con la hija de Blansisfortis con un abdomen de 4 meses de embarazo en apenas unas semanas, la chica se encontraba como si nada comprando en el mercado para su “nuevo bebe”, se acercó y me dijo- ¿quieres hablar con él?, ¿quieres que perdone a tus padres?, pregúntaselo tú mismo- me miro como lo había hecho su madre en consulta. El número de mujeres que desaparecían en el pueblo iba en aumento, pero a nadie parecía importarle, simplemente se veía a todos danzar de la misma manera que lo hacían todos los días, como una sincronía desorganizada, esa noche las vi danzar alrededor de la hoguera, fue durante otro de mis sueños, esquivaba las sombras de las ramas de un bosque vivo, que respiraba al unísono, cuando lo vi, un punto resplandeciente al principio, como la cabeza de un fosforo humeante, se esforzaba por atravesar la penumbra de los árboles, pero al acercarse el ritmo febril de las llamas se sentía de una manera más penetrante, las cosas que se encontraban allí  seguían el ritmo de las llamas, incandescentes se fundían con la sangre de los recién nacidos que derramaban sobre ella, la flama disminuía y aumentaba después de que aventaban el cuerpo degollado,  inerte a la hoguera, la más grande de las mujeres recibía a los recién nacido, aquellos que apenas abrían los ojos por primera vez, lo veían a él, que se sentaba en medio del rito dentro del fuego, sobre las brasas, lo pude ver más nítidamente que en el sueño anterior, mas bestia que hombre, me miro mientras se comía el cráneo de un bebe agonizante, y supe que era lo que quería. 
-evitare todo mal e injusticia- 
Días anteriores a mi última cita con la Sra. Blansisfortis había llegado su hijo mayor, se sentó delante de mí y sacó su pistola de cachas plateadas, la coloco estruendosamente en el escritorio, ni siquiera tuvo que preguntármelo, sus ojos inyectados en sangre me decían que quería que le contara que le había pasado a su hermana en el bosque, su mirada no era amenazadora como la había esperado, se veía una tristeza penetrante, me le quede viendo fijamente y golpeo de nuevo el escritorio con su pistola, esta vez el estruendo me sorprendió. 
-No accederé a pretensiones que busquen la administración de venenos, guardare secreto sobre lo que oiga y vea- 
Recordé esas cachas plateadas cuando acomodaba mi instrumental sobre la mesa, la hija menor de Blansisfortis de tan solo 13 años de edad con un abdomen de alrededor de 7meses, se encontraba amarrada a mi mesa de exploración, con las piernas abiertas de par en par, se mecía como un simio enjaulado, las risas pasaban a sollozos, los rezos a blasfemias, los gritos a susurros.  
-En cualquier casa donde entre, no llevare otro objetivo que el bien de los enfermos- 
Escuche las pick ups que se detuvieron frente la clínica, y con el espejo vaginal bajo la luz escuchaba los gritos en el exterior,  
-David, ¿Dónde está mi hermana? 
Mientras ella amordazada, gemía cada vez más fuerte 
-¡David!, ¿Qué le has hecho?- Me senté sobre banco y vi su cara una última vez, su frente empapada en sudor, tenía sus cabellos dorados aderidos enmarcando dos orbitas a punto de explotar,  me coloque entre sus piernas abiertas, ya no había tiempo para hacerlo de la forma fácil, se escuchaba como forzaban la puerta exterior. 
-me abstendré de aplicar a las mujeres pesarios abortivos- 
-¡David!, ¡déjala!-  
Sus gritos retumbaban en el espejo que le introducía a la vagina de su hermana, mientras ella se cortaba las piernas con los amarres que la sujetaban, pequeñas raíces de sangre brotaban de sus heridas. 
-¡David!- pero aquellos gritos ya no venían de afuera, venían de mi mente, sujete con una mano el espejo y con el otro una legra, la introduje en la matriz- 
-Entrégame a mi hijo- me dijo con la mirada entre las llamas, -entrégame a mi hijo-, mientras la materias gris de algún bebe que aún no aprendía a hablar se esparcía entre sus encías. 
Cuando logro entrar al consultorio, su hermana tenía 20 minutos muerta, se había desangrado amarrada a una mesa exploratoria con las piernas abiertas, la pierna izquierda la tenía dislocada, como el ala rota de un ave, se notaba un deformidad donde debía están la cadera, con la piel adjunta al hueso estirada al límite, y su cara imprimía en el mundo de las fantasías una expresión de placer puro, una expresión que su hermano nunca olvidara; Mientras tanto, yo buscaba la hoguera de aquella noche, corría entre los árboles que se abrían ante mi sacrificio, me juzgaban como verdaderos entes del bosque, me seguían con sus ojos ciegos, sus caras inexpresivas relataban su aversión por mí, al llegar al borde de la hoguera él se encontraba solo, esperándome, su piel se confundía con la obscuridad y con las flamas de la fogata, alzó su mano hacia mí, me acerque con la bolsa que contenía los restos de un bebe que no conocería la luz,  y cuando estaba a punto de tomarlo me sonrió con los ojos bien abiertos y se alejó lentamente hacia atrás en la penumbra, de pronto escuche - devuélveme a mi hijo-, y seguido a eso  un martillo de guerra a mis espaldas, el trueno de un arma detrás de mí, un instante después un proyectil se abrió espacio por la carne de mi cuerpo, escapo por la jaula de mi pecho, y me desplome sobre la tierra maldita de aquel bosque que se nutría de sangre, derrame el contenido de la bolsa sobre la fogata, y se levantó una humareda que cubrió la luna cromada que nos miraba desde la inmortalidad, de pronto vi al hijo mayor de Blancisfortis con sus cachas plateadas sobre mi cara, el reflejo de las llamas que quedaban de la fogata bailaban en el metal de esa pistola y claramente dijo de nuevo, con la cantidad de rabia suficiente que puedes expresar en 4 palabras- devuélveme a mi hijo-.  -Si observo con fidelidad este juramento, séame concedido gozar felizmente mi vida y mi profesión, si lo quebranto y soy perjuro caiga sobre mí la suerte contraria- 
 

sábado, 18 de abril de 2020

el rumor de los insectos por la noche

Buscaba en la parte mas herrumbrosa del libro, una pista que me condujera de nuevo a ella. Era dificil traducirlo desde el árabe, sobre todo sin dominar completamente el idioma; las páginas que casi se disolvían al pasar la hoja, desprendían siglos de información con el polvo que turbaba el aire. Había palabras que no entendía, que no aparecían en mi diccionario, otras tantas escritas con una caligrafía diferente; nisiquiera estaban escritas en el mismo idioma. Al principio no podía ver las imágenes que escondían las páginas, diferentes entes que te observaban a través del papel. Todos posaban la mirada sobre tí al exponer su reino impreso; en casi todas las ocasiones sus ojos abiertos de par en par, eran como dos abismos negros en los cuales se creía poder perder la cordura; durante la mañana de un domingo lo encontré, después de tantos años podría volver a verla, y sentir su aroma entre mis brazos, sentir de nuevo su calor abrigarme en el frío de la madrugada. Ese día la habitación era iluminada por los primeros rayos de la mañana, estos templaban las sábanas revueltas de mi cama de algodón blanco donde ella solía dormir con migo; ahora estaban vacías. Hace mucho que había dejado de hacer la cama, dormía cada tanto y me levantaba de nuevo a leer, y mientras dormía soñaba con lo que ese libro gestaba en mi mente: todos esos saberes perdidos, que hace mucho debieron ser olvidados, los tenía en el escritorio de madera negro, al lado de mi cama y en mi mente. Las leyendas espectrales sin siquiera forma material, me susurraban al oído palabras incomprensibles que lograba entender, me decían donde encontrarla, cuando ellos me hablaban durante la noche el miedo me paralizaba, tenía miedo de verlos, de verlos contemplarme con esos dos ojos negros, desorbitantes, que absorbían como abismos la obscuridad de la noche; la perdí mas veces de lo que se tiene permitido en esta vida; la perdí con un hombre entre sus piernas y la perdí el dia que murió. Ana era su nombre, y mis labios estaban cansados de pronunciarlo con suspiros del pasado, con lágrimas de un futuro inexistente. Murió un día de Abril y no he dejado de buscarla desde entonces; encontré el Grimorio en un antiguo monasterio en Escocia,  estaba cubierto en polvo en un estante olvidado por Dios. Cuando encontré el sortilegio que me ayudaría a hallar a Ana  recuerdo que miré las motas de polvo volar libremente sobre la luz de la mañana, el cuarto estaba invadido de su efecto tindall, creando sombras en un día iluminado. Una de las páginas abiertas casi de color café y arrugada como una hoja otoñal, tenía un ser pasmado en ella,  que me miraba sin tener rostro, que me miraba sin siquiera existir. Desde que falleció mi tía, años atrás, me mude a casa de mi tío para cuidarlo, tenía demencia senil y no se valía por si mismo. Al nunca haber tenido  hijos me quede en una de las muchas habitaciones vacías de su vasto hogar, una casa antigua derroida ahora por el tiempo, sus escaleras que bajaban por los lados del salón principal coronaban un ventanal que dirigía la mirada hacia el jardín posterior, ahora consumido por la maleza que no perdonaba el paso de los años, en él me encontró mi tío, con leves estragos de una demencia latente, me encontró desgarrado con la imagen de Ana en mis ojos, me reconfortó con las palabras de un auténtico padre mientras el sol nos bañaba con su dorada luminiscencia. Ambos me prometían que el tiempo así como oxida al acero o pudre la carne, sanaría mis heridas; aún en su letargo a mi tío le afligía mi ausencia en la casa, aún estando en ella, no lo estaba. Decidí realizar el sortilegio en casa pero lejos de él, me sería imperdonable causarle algún mal a tan generoso hombre, que en ausenia de mi padre decidió criarme, el hombre que todas las noches lo escuchaba sollozar a través de los interminabes salones y pasillos, se lamentaba por sucesos que ya no podía recordar. La mañana del cuarto día del cuarto mes me sentí preparado para lograrlo, cubrí las ventanas de mi habitación con un rebestimiento negro que ocultaba el reino de Dios del ojo del hombre, cerré la puerta con llave y pinté en ella un pintarrajo que copié del libro, nueve círculos concentricos rojos, rellené el séptimo de ellos y dejé que la pintura, como se me indicó, se corriera, y formara en la madera blanca de mi puerta dieciocho caminos carmines, con el temblor que invadía mi mente, apenas pude controlar mi cuerpo para la tarea, pegué mi frente en el centro dando la espalda a lo que yo temía ya no era una habitación vacía, sentí la pintura fresca en mi cara, fría besaba mi sudor que brotaba en un día templado, me apoyé lo más duro que pude para disminuir el temblor, fue en ese momento cuando me pidieron que repitiera su verbo, le susurré aquellas palabras a la obscuridad, se las murmuré como al oído de un amante, lentamente la lobreguez y el absoluto silencio se acentuaron, esperé apoyado en la puerta, el sonido de mi respiración llenaba el cuarto, mientras mis costillas se expandían la pintura había secado y había dejado de estar fría,  sutil al punto de no escucharse, chillaron los resortes de mi cama, detras de mí, soltaron un último suspiro de óxido antes de que volteara sobresaltado, pero sólo veía el vacío de la obscuridad llenándolo todo, me quedé inmóvil, dejé que la nebulosa negrura de la alcoba me rodeara, que consumiera mi mente, de pronto escuché a mi tío tratando de girar el pestillo, alcanzó a abrir la puerta tan sólo un poco antes de que lo detuviera, entró entonces un curioso haz de luz, un haz de luz travieso que atravesó la alcoba e iluminó la mitad de la cara de Ana, ví uno de sus hermosos ojos cobrizos junto con una franja de su aperlada piel, la mitad de su boca encarnada no dibujó expresión alguna, toda su belleza se veía enmarcada por las tenebrosas tinieblas, no podía contener mi alegría, la ví colgada de aquel techo como un candil,  sin embargo se encontraba en frente mío, cerré la puerta de un golpe, empujando a mi tío del otro lado, que gritaba algo sin importancia, la oscuridad selló el silencio de nuevo, avancé lentamente hacia la noche, caminaba con los brazos extendidos, incluso los dedos tensos se entrelazaban con la lobreguez, tratando de encontrar el menor indicio de ella, la noche homogenea no dejaba escapar ninguna señal, hasta que sentí una superficie dura, áspera, la reconocí al posar mis palmas sobre ella, levanté la vista, ví lo que más temía, el sol se escondía detrás de las escabrosas montañas y doraba las ramas del árbol que estaba tentando, a mi alrededor los árboles como verdaderos entes se alzaban hasta donde alcanzaba la vista, con un cálido color anaranjado se iluminaban sus copas, ya no estaba en mi alcoba; -hay alguien más en la casa, Mandalay, Mandalay, ¿dónde estás?- las palabras de mi tío brotaban de las alargadas sombras de los árboles que se arrastraban lentamente entre el barro, cada sílaba contenía más histeria que la anterior, llegaban a mis oídos por una espiral de ecos que provenían de todas partes, -Mandalay, ¿Dónde estás?, hay algo más aquí-, buscaba en el cielo algún rayo de esperanza, pero solamente veía una bóveda sin estrellas, me sentía rodeado por las caras inexpresibas de los árboles, sentía cómo sus sombras buscaban a tientas mis pies, de pronto la ví, con los pies inmersos en la tierra como raíces, trataba desesperadamente de desprender la corteza que invadía la mitad de su cuerpo, dejando zonas desnudas de piel, Ana agitada sollozaba mientras con su otra mano oprimía los borbones de carmín que de ella brotaban, se encontraba en un claro bañada por la luz plateada de una luna que no existía, la mitad sin corteza de su cuerpo se hallaba desnuda, su precioso pecho aperlado se encontraba surcado por constelaciones escarlata, y sus pechos oscilaban con su agitada respiración tan rítmicamente como el día que la perdí, al ver su rostro calló los ecos en mi cabeza, pero sé que aún resonaban en las tinieblas, -¿Mandalay?-  preguntó Ana mientas alargaba la mano con la que oprimía la hemorragia, su mano con un guante rubí tocó mi cara pero no la manchó, me acerqué lo suficiente como para respirar su aliento, mientras la rodeaba con mis brazos, la corteza avanzaba por su cintura, lentamente, la convertía cada vez más en otro centinela del bosque,  -Mandalay eres tú?- gritaba el eco de mi tío al fondo entre las sombras de la maleza, sabía que no podía sacar a Ana de ahí, pero yo podía quedarme, y seguido de ese pensamiento, como en respuesta de aprobación, una raíz apretó mi tobillo izquierdo, al punto de cortarle la circulación, Ana me besó , sentí esos carnosos labios de nuevo juguetear en mi boca, -¿quién es ese hombre en el alto de la escalera?- , sentí cómo su lengua buscaba discretamente la mía, y su mano acariciaba mi espalada formando círculos con la punta de los dedos, - ¿Mandalay?,¿ por qué el hombre de la escalera no tiene rostro?- me alejé para ver esa mueca que hacía entre cada beso, y su rostro juguetón me lo recordó, me recordó como gemía, pronunciando un nombre que no era el mío, de pronto el bosque se llenó de ese fervor, y en las siluetas de la noche veía cómo pasaba todo de nuevo, -¡Mandalay!- la voz de mi tío se escuchaba más lejana aún, y sentí su miedo de nuevo, trate de romper la raíz que sujetaba mi pie pero antes de darme cuenta había empezado a oprimir mi cuello, inmóvil jadeaba en mi último aliento antes de ver como Ana se desvanecía en la obscuridad de mi inconciencia, desperté en mi alcoba, el recubrimiento de la ventana estaba desgarrado, y el símbolo en la puerta seguía ahí, pero el Grimorio ya no lo estaba, recordé las palabras histéricas de mi tío, llamándolo trataba de abrir la puerta con mis manos temblorosas,  salí y me encontré con la casa iluminada por los primeros rayos de la mañana, la puerta de mi habitación se cerraba lentamente detras de mi y al voltear a su interior me ví a mi mismo de espaldas, y antes de que se cerarra la puerta, mi cuerpo dentro de la habitación me concedió una última sonrisa.

lunes, 16 de marzo de 2020

es muss sein

Mandalay se volvió religioso de pronto, -Padre nuestro que estas en el cielo, danos hoy el pan de cada día y perdona nuestras ofensas- y entre cada verso el avión que volaba por la lobreguez de la noche daba saltos y bajones propios de una montaña rusa, una que a diferencia de su contraparte ociosa no contaba con rieles y se encontraba a una altura de 10,000 pies, - así como nosotros perdonamos a quien nos ofende- todas esas ideas libertinas y perversas se habían esfumado de la mente de Mandalay y mientras sujetaba con una fuerza desmedida el asiento de enfrente, su caída al vacío, en caso de ser así, seria inminente, la aeronave se abalanzaría hacia la noche mientras el terror desfiguraría la cara de sus pasajeros, volviendo a todos gritos y lagrimas, -no nos dejes caer en tentación- y entre tanto la voz de Mandalay llenaba su mente de promesas y versos que no recitaba desde hace una vida, y que esperaba lo liberaran de una muerte atroz  -líbranos del mal, amen- que fácil es volver al camino de los justos. 

lunes, 17 de febrero de 2020

Cambroneras

Las cambroneras mueven sus hojas al ritmo de las ventiscas de invierno, la tierra se levanta y llena las tapias de polvo y hojas, el cielo claro en su rabillo silva sobre una tierra inabitada, las personas de Tlahuac continuan inmoviles, inertes con una respiración pesada en sus camas, y detras de las tapias, una bolsa negra mece sus orejas con el silvido del aire frio, se retraen y se levantan saludando al despoblado frente a ellas, dentro, su contenido yace sobre la tierra húmeda, frio, inmovil, mudo.